por CARLOS MANUEL DILONE MATOS/FAMILIA BATEYERA
Querida sobrina Cristinita:
Cuando creía que no existían brazos y, por tanto, hombres y mujeres que labraran la tierra para el cultivo de la caña, pues han sido sustituidos por gigantescas máquinas de siembra, cortadoras y alzadoras mecánicas, tu cálido envío de “azúcar, cayo y puerto” (la epopeya del Batey Central Barahona) me convenció que los ancestros son imborrables. Que siempre habrá almas sensibles que jamás olvidan su origen, y el legado cultural y de vida que esa entremezcla de nacionalidades caribeñas hicieron posible el nacimiento del ingenio.
El bateyero Juan Matos extrae tiempo desde su placentera academia de Worcester, Estados Unidos, y nos recuerda con vividas imágenes ese entorno que lo vio nacer y que fraguó hombres cargados de heroicidad, como José Mesón.
Gracias,
Pedro Caba.
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