por Justo Luperón
A mediado del 1977, los dominicanos estaban dispersos en innumerables localidades del estado de New York. Los cinco condados principales de la ciudad. Súmesele a estos poblados y estados del área circunvecinas. Territorios entre los que señalamos: Road Island, Massachusetts, Connecticut, Pensilvania, New Jersey, que ya contaban con cada vez mas crecientes núcleos, familias de dominicanos y sus descendientes, integrantes miembros de varias representativas étnias, residiendo en dichos lugares; instalando sus negocios y ofertando sus manos de obras a las cuantiosas y pujantes industrias diseminadas por lugares inimaginables pero que la dinámica y empuje del dominicano habían logrado acortar distancias para lograr sus objetivos de integración monolítica en la inmensidad de esta grande nación de Norteamérica.
Al respecto y en su oportunidad, ofreceremos las estadísticas que para la época ya existían; las que ilustran, fehacientemente, que el dominicano y sus descendientes no vinieron a los estados unidos a hacer un turismo contemplativo, sino que llegaron con la férrea determinante de apropiarse y hacer una realidad el tan publicitado “Sueño Americano”. Hoy eso significa otra forma de ver las cosas. Ayer, era totalmente distinto. Un dejo de nostalgia nos invade para los fines de lugar.
Pero bien, ubiquémonos días después del 21 de junio, cuando no bien llegado, tuvimos el “impromptu” de satisfacer un sueño acariciado con frenesí, que resultaba una tremenda temeridad. Ir a la playa poblada de nudistas, el feudo natural de los osados e intrépidos, porque resultó un reto, cumplir una apuesta. Era esta: Si llegábamos a New York, atrevidamente, iríamos a desafiar la vergüenza, el pundonor. Lanzándonos, despojándonos de las ropas en pleno sol del naciente verano y zambullirnos en lo que supimos luego –ufufufu- “eran frías aguas del mar”. Nosotros acostumbrados a las cálidas caricias de las playas de Barahona, Boca Chica, Miche, San pedro de Macorís del Mar, Samaná, Monte Cristi, etc. etc y ahora, en estas súper gélidas aguas de ese mar que nos pareció, también, menos atractivo el color de las aguas de sus playas. Específicamente, estamos hablando de Rokewy Bech .
Nos dimos el gustazo de hacer la travesura. Pasamos desapercibido, pues, uno más del conglomerado de “encueritos en pelota”: hembras y varones, “juntiningos” como “Dios los trajo al mundo”. Y, claro yo, entre los tantos que tuvieron ese sábado primero de mi llegada a los Estados Unidos de Norteamérica por la tercera y definitiva vez, “encantado de la vida”. Había logrado vencer el reto, retomar el sueño, ganando unos dolaritos. Jajajaj (Y de qué forma) Desde ese preciso instante de mi vida, no he retornado a mi querida “Quisqueya La Bella”. No sin dolor ni pena. Sino circunstancias atenuantes y agravantes del destino.
(Debo aclarar aquí sin disfrazar la verdad: Es parte de nuestra cultura en Barahona. La juventud de mi época, inclusive los mas grandecitos, acostumbrábamos a bañarnos desnudos en el nuestro muy nuestro río “El Birán”. Existió, para reafirmar, un baño, exclusivo –dentro de lo que cabe- dedicado a los mayores. Es decir, hice trampa. Lo lamento. Gané protegido por la distancia)
En este entonces, nuestro territorio a explorar resultó, lo denominado el corazón del territorio de los dominicanos en New York: La 137 Street & Broadway. Así nos decían los numerosos amigos que ya iba ganando. Pues mis anfitriones, eran jóvenes, a mi imagen y semejanza, muy populares ya que habían constituido un equipo de “Voleibol” La mayoría de ellos habían sido parte de la selección que conformaron el equipo competitivo, estrellas de Rep. Dominicana para la serie de eventos deportivos dentro de esa disciplina en infinidad de países del globo terráqueo. Ahí caí. En ese epicentro de variopintos combates deportivos. Siguiendo las mismas bohemias que sosteníamos en la tierra nativa: las cervezas “Heineken”, la guitarra, la declamación, la vocinglería y las muchachadas que se ofrecían a hacernos el dúo y compartir como si se tratara de quitar de pronto, el peso insufrible de un exilio que no sabíamos el por qué del mismo sí, que estábamos aquí.
Algunos trabajando en las factorías, muchas disponibles u otros trabajos ocasionales. Negociando en varias cosas de intercambios de artículos. Empero ya se instruía el espíritu guerrero de ese indómito quisqueyano que sacaba sus garras para clavarlas al pavimento, afincando, la ciudad que les abrió de par en par las puertas y ellos se permitieron el lujo de aprovechar.
La familia de mi amigo Fernando Estévez, jugador estrella de la” Selección Dominicana de Voleibol” con su esposa de origen cubano e hijo y otra persona residiendo en el apartamento del edificio esquinero con Broadway y 137 St., justo a la entrada hacia el tren uno, que me acogió, fueron para mi el “sagrado maná” caido del cielo de manera oportuna y proverbial. Una Zapata firme y cómoda. Lo que resultó, porvenir inmediato; la catapulta tan útil y necesaria, desde la cual he sido disparado al logro de positivos resultados.
Fernando se me había adelantado en el viaje New York. Nos conocimos en los ajetreos productos de la Revolución del /65. Donde recibimos fuerte apoyo de su señor padre, don Ramón Estévez, Jefe de operadores sastres de la Fábrica de Uniformes para combatientes. Nos unió desde ese momento una consolidada amistad y aceptado en el seno de esa familia que residio en la Isabel La Católica casi esquina Calle Luperón -precisamente muy cerca, después yo, hube de instalar la Agencia de Publicidad para los año 75-. Se mantuvo siempre creciendo el espíritu que nos forjaba en la amistad y permitió recrear apoyo irrestricto en New York bajo el techo de su hogar, una continuación de lo que antes ya había experimentado .
Don Ramón Estévez, visionario hombre de negocios; quien fuera además Funcionario del Gobierno Municipal del Alcalde Luperón Flores, ya superado los efectos de la revuelta de abril, inauguró un negocio de sastrería en las cercanías del final de la calle “Isabel La Católica”, espacio geográfico emblemático para los que tuvimos en ese acontecimiento histórico del abril glorioso, porque por esos lares, mataron al aguerrido Comandante Pichirilo …Mismo que estuvo capitaneando el “Granma”, barco desde el cual desembarcara el Comandante Fidel Castro, a su arribo a Cuba para indicar su aleccionadora epopeya de las montañas: “Sierra Maestra”
Cuando tuve que ir al exilio, a raíz de los acuerdos de los gobiernos del Comandante Caamaño en armas y el flamante nuevo presidente Dr. Gustavo García Godoy, salido beneficiario de dichos acuerdos, a mi retorno del exilio, tiempo considerable, volví a la casa de mi familia adoptiva, Don Ramón Estévez y mi hermano, Fernando. Allí experimentaba seguridad plena. Es decir, que esta familia liderada por dona Norma y don Ramón, sus hijas e hijos, entre los que destacó el archí popular “Chwito”, sobre nombre adquirido por las numerosas y exitosas presentaciones dentro del programa recreando los bailes y música de Norteamérica, titulado “Teeneger Mattine”, trasmitido en Radio Televisión Dominicana, Canales 4 y 2, bajo la producción de Mac Cordero, es una constante trascendente en el progreso invariable del curso vivencial que con suerte arropome el destino.
Es necesario que comente a título de ilustración, por qué marcho para un exilio. Qué provocó tal hecho. Bien, “resulta y viene a ser” que, en mi Comando Barahona, del cual ayude a formar junto a un conglomerado de barahoneros que buscando expresar su espíritu combativo, amantes de los fueros libertarios; que violentando el estado de cosas imperantes de la represiva Barahona, de las autoridades militares y policiales, civiles y políticas, atentaban contra las fuerzas juveniles y hombres y mujeres insatisfechos de tales desmanes, crudos atropellos, decidieron acogerse a la opción presentada con el levantamiento en armas de nuestras fuerzas armas potables, intrépidas, audaces y gente progresista del país todo..
Los barahoneros nos localizamos y focalizamos la acción dentro del perímetro logístico y escenario de operaciones del fragor combativo dentro del intramuros denominado “La Zona Heróica del Honor”. Sucedió un hecho deplorable, muy lamentable por la familia barahonera ya ejercitando nuestras inquietudes de combatientes, una vez se integró el Comando Barahona. Dos de nuestros mas prestantes dirigentes, preclaros jóvenes, pierden sus vidas en un lace fatal. Un duelo a muerte. Circunstancias dolorosas e imprevisibles.
De súbito el Comando Barahona es intervenido. Por razones, ahora innecesaria explicar. Esto trajo como consecuencia la involuntaria separación del resto de los combatientes de la unidad militar y soy reubicado, de pronto, al Departamento de Prensa del Gobierno del Coronel Caamaño, bajo la dirección de escritor, abogado y cineasta Dr. Franklín Domíguez
Nuestra labor de redactor resultó tímida, por mi edad y nivel. Era un “utility” en ese enjambre de complejas actividades por donde pasaba todo el grupo de hombres y mujeres de la prensa mundial, que interesados en los teje manejes del acontecimiento bélico dominicano, venían de lejanos países a certificar las operaciones y ese epicentro tan buscado era, irremediablemente, el Departamento de Prensa, donde laborábamos febrilmente, Juan José Ayuso, Silvio Erasme Peña, Luis González Fabra. Nuestra función, preparar todos los partes noticiosos que se radiodifundían, desde las cabinas de la HIZ, Edificio Copello, Sede del Gobierno en Armas.
Un apoyo que trajo como consecuencia, acercamientos a: eximio actor y mejor dramaturgo Iván García, Ercilio Veloz Burgos, René del Risco y Bermúdez, Silvano Lora, Pedro Pérez Vargas, Luis Acosta Tejeda, Fernando Casado “El Magistrado”; Tirso Mejía Ricart; Humberto Soto Ricart, relevante crítico de arte y el teatro; Miguel Alfonseca y tantas leyendas de la intelectualidad, la poesía, la política y el honor marchando erguido a través de ellos en ese momento difícil. Ese baño de gloria tuve la suerte de tener para sentirme hoy un hombre comprometido con esos valores, que aún conservo muy dentro de mi.
Pues bien. Transcurrido el momento cumbre de negociaciones con su consabido resultado. El Presidente Dr. Gustavo García Godoy, sube al solio presidencial. Todos los miembros que conformábamos el Departamento de Prensa, con excepción de mi persona, se suman al tren administrativo. Yo escribía, en línea paralela de las labores del Departamento de Prensa y los posteriores eventos Artísticos Culturales de Entretenimientos para los combatientes, junto a una constelación de figuras del arte popular y otros niveles excepcionales de las artes y la intelectualidad, una columna en el Vespertino “La Nación”, bajo la dirección del periodista José Jiménez Belén, que titulaba “Mire Usted. Lea esto….. Por Justico (era mi seudónimo), por lo que recibía un estipendio diario para mis gastos. Trabajaba informando y escribiendo, mas que otras cosas entre curiosidades, aspectos de denuncias de los atropellos de la recién creada Policía de la Cordialidad. En fin, cápsulas. Algunas cuartillas de opinión dejaba bien claro mi posición política y estado de ánimo transcurrido en circunstancias extremas por la situación imperante.
No recuerdo que pude escribir en una ocasión, quizás molestando a …no sé; qué sé yo: . O si fue, en cambio, el disco de 45 rpm, que contenía los poemas “Himno Épico” de Federico Henríquez y Carvajal; y “Romance de La Madre que Supo Llorar” de Carlos Irigoyen, lo que provocó que se me asaltara en las inmediaciones de la Calle Mella con José Martí y se me dio una paliza que desperté en el Padre Billini, gracias a la misericordia, con vida.
Eso provocara que con la ayuda de los Comandantes Diego Borda y su hermano Manuel, -Propietarios de Aerovías Quisqueyanas- por instancia del Comandante Héctor Aristy y el mismo Coronel, Comandante Caamaño, se me enviara, a Bonaire. Alli fui recibido por El comandante y Guerrillero Legendario de “Playas Caracoles”, Claudio Caamaño y su primo César Caamaño. De esa isla salí –una escala técnica- para Curazao y la ruta del exilio Venezuela y otros…Así se produjo un exilio. Importante en el aprendizaje, porque a partir de ahí, fueron otras las aguas que nutrieron el río de vida que formó, templó y definió mi carácter hasta el sol de hoy.
Llegado a New York, ahora 1977, propósito vislumbrado: “Un flamante exilio”, que dicho sea al principio resistí, ¿éste?. Todavía muy temprano para calificarlo. Pero en cierto modo, un exilio.
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