por Frank Adolfo
Durante el largo trayecto de mi actividad profesional como declamador, -celebrando durante todo el año 2014 mis 50 abriles en la faena- he tenido grandes satisfacciones, momentos de apuros e imprevistos, que de súbito llega, y, es ahí cuando demostramos la capacidad de adaptación, la entereza, ecuanimidad e inteligencia para salir bien plantando de esas circunstancias.
Desarrollar mi carrera ha traido, entre otras cosas, reconocimientos y el otorgamiento de premios en diversas formas. Antes me entusiasmaba recibir un premio y/o distinciones en sus formatos comunes y especiales. Se parece un poco a la vanidad tan útil y necesaria para base del trabajo del artista en ayuda a la motivación. Estos es innegable, sentir: ése qué se yo. No se confunda la vanidad con envidia ni egoismo, mas sí de pasión. -Pese a la condena biblica de la misma vanidad.-
Sin embargo, se ha llegado a un punto, que recibir una de estas atenciones al deber cumplido ya no me es tan atractivo como en los inicios, se justifica esa actitud; lo entiendo perfectamente. Ya no tengo que demostrarle a los demás de lo que soy capaz, de mis facultades y habilidades. Ni convencerme de que aún tengo fuerzas en mis interiores con las que arrastrar las ovaciones acostumbradas. Pero siempre que sucede, la entrega de una distinción, detalle significativo, te vuelve en un torbellino de emociones que se encuentran apuntaladas por el entorno mágico de la ocasión y tienes que sentir el miedo escénico tal como en los mismos inicios. Tienes que sudar y casi no encontrar la palabra precisa para agradecer. Y te ves ahí como un incipiente tratando de justificar cosas ya sabidas.
Por tanto, recibir un presente -y sobre todo si es de mano de un amigo que merece respeto y por demás admiración- no hay forma precisa de como agradecer, sino con humildad y muestras visibles de sinceridad. NO hay mejor homenaje que saber demostrar, auténticamente, que recibes con amor, entusiasmo y deferencia, ese gesto de expontaneidad del cual uno es objeto. Gracias Chino Estrella y a tu organización pujante y prestigiosa, que hace el otogamiento de premios a valores merecedores. Gracias y que siga muchos años haciendo el trabajo justiciero que te ha caraterizado por tan largo tiempo. Dios te bendice.
Sin embargo, se ha llegado a un punto, que recibir una de estas atenciones al deber cumplido ya no me es tan atractivo como en los inicios, se justifica esa actitud; lo entiendo perfectamente. Ya no tengo que demostrarle a los demás de lo que soy capaz, de mis facultades y habilidades. Ni convencerme de que aún tengo fuerzas en mis interiores con las que arrastrar las ovaciones acostumbradas. Pero siempre que sucede, la entrega de una distinción, detalle significativo, te vuelve en un torbellino de emociones que se encuentran apuntaladas por el entorno mágico de la ocasión y tienes que sentir el miedo escénico tal como en los mismos inicios. Tienes que sudar y casi no encontrar la palabra precisa para agradecer. Y te ves ahí como un incipiente tratando de justificar cosas ya sabidas.
Por tanto, recibir un presente -y sobre todo si es de mano de un amigo que merece respeto y por demás admiración- no hay forma precisa de como agradecer, sino con humildad y muestras visibles de sinceridad. NO hay mejor homenaje que saber demostrar, auténticamente, que recibes con amor, entusiasmo y deferencia, ese gesto de expontaneidad del cual uno es objeto. Gracias Chino Estrella y a tu organización pujante y prestigiosa, que hace el otogamiento de premios a valores merecedores. Gracias y que siga muchos años haciendo el trabajo justiciero que te ha caraterizado por tan largo tiempo. Dios te bendice.
Dejar Comentario