En los finales de la tiranía– tal vez en los años 1958 ó 1959 del pasado siglo–, Trujillo importó unas vacas enormes de la raza Holstein como pie genético para mejorar su ganado en la hacienda Fundación de San Cristóbal.
También le vendieron la descabellada idea de que era posible cruzar potros de pura sangre con cebras africanas buscando nadie sabe qué tipo de caballo. Trajo 12 cebras hembras y las liberó en la finca de Lavapiés con sus mejores potros en celo.
Pero esa es otra historia.
Las vacas Holstein casi doblaban en tamaño al ganado criollo, tenían grandes ojos y requerían una alimentación especial, mucha sal de mina que se le colocaba en bloques cerca de los bebederos, alimentos enriquecidos y agua abundante… Mientras más sal lamían, más agua tomaban y como la pangola sobraba, esos animales no paraban de comer, lamer y beber… En eso pasaban las 24 horas del día.
Así como comían y bebían, daban del cuerpo por mandato de la naturaleza, y por donde cruzaban iban dejando una estela de estiércol que por su cantidad era imposible no pisarlo al andar el camino.
Para llevarlo del potrero al ordeñadero, los vaqueros debían arriar el ganado por un tramo bastante largo de la calle Lavapiés, que en la tarde quedaba tapizada con la bosta de centenares de vacas que en poco tiempo se hicieron famosas por la abundancia de sus excrementos y por sus enormes ojos amarillos… … De ahí viene el indeseado nombrete “ojo de vaca cagona” que se utiliza todavía hoy para motejar en forma de cachondeo a las personas de ojos grandes y párpados caídos.
Las cebras y los caballos
Es probable que aquellos caballos libidinosos que les soltó el dictador a las 12 cebras africanas creyeran que se trataba de “caballas en pijamas” porque en cuanto las vieron pelaron y les fueron encima con marcada mala fe. Lo que nunca imaginaron fue que los recibieran con tanta hostilidad.
Esos caballos de encaste, la mayoría de ellos adquiridos por Trujillo en España y algunos en Colombia, jamás pensaron que sus parientes rayadas tenían tan mal carácter. Al primer percherón que se les acercó lo cocinaron a patadas y mordidas y salió mal herido de ese primer encuentro.
Para entonces la tecnología veterinaria de la inseminación artificial no se conocía en el país, y por más que el Jefe intentó que sus potros “cubrieran” a las cebras de forma natural, no fue posible.
Finalmente Trujillo desistió de la idea y procuró reproducir las cebras trayendo algunos machos de su misma especie. No se conoce que haya nacido algún “cebrito” en el país… Al final, todos los animales de la Hacienda Fundación corrieron la misma suerte.
Cuando murió Trujillo…
Cuando cayó la dictadura, en mayo de 1961, el ganado de Trujillo fue robado por allegados al régimen. Hasta las cebras desaparecieron.
Una investigación dispuesta por el Consejo de Estado determinó que miles de cabezas de ganado de razas mejoradas “desaparecieron sin dejar rastro” de los potreros de Fundación… El encargado de la hacienda dijo de forma burlona: ¡esas vacas se fueron volando! Mario Reid Vittini era de San Cristóbal y frecuentaba la hacienda Fundación antes de irse al exilio. Al regresar preguntó por el valioso ganado de Trujillo, y cuando oyó la historia, se le ocurrió decir: ¡Si las vacas volaran, San Cristóbal tuviera la mierda al pecho…!
También le vendieron la descabellada idea de que era posible cruzar potros de pura sangre con cebras africanas buscando nadie sabe qué tipo de caballo. Trajo 12 cebras hembras y las liberó en la finca de Lavapiés con sus mejores potros en celo.
Pero esa es otra historia.
Las vacas Holstein casi doblaban en tamaño al ganado criollo, tenían grandes ojos y requerían una alimentación especial, mucha sal de mina que se le colocaba en bloques cerca de los bebederos, alimentos enriquecidos y agua abundante… Mientras más sal lamían, más agua tomaban y como la pangola sobraba, esos animales no paraban de comer, lamer y beber… En eso pasaban las 24 horas del día.
Así como comían y bebían, daban del cuerpo por mandato de la naturaleza, y por donde cruzaban iban dejando una estela de estiércol que por su cantidad era imposible no pisarlo al andar el camino.
Para llevarlo del potrero al ordeñadero, los vaqueros debían arriar el ganado por un tramo bastante largo de la calle Lavapiés, que en la tarde quedaba tapizada con la bosta de centenares de vacas que en poco tiempo se hicieron famosas por la abundancia de sus excrementos y por sus enormes ojos amarillos… … De ahí viene el indeseado nombrete “ojo de vaca cagona” que se utiliza todavía hoy para motejar en forma de cachondeo a las personas de ojos grandes y párpados caídos.
Las cebras y los caballos
Es probable que aquellos caballos libidinosos que les soltó el dictador a las 12 cebras africanas creyeran que se trataba de “caballas en pijamas” porque en cuanto las vieron pelaron y les fueron encima con marcada mala fe. Lo que nunca imaginaron fue que los recibieran con tanta hostilidad.
Esos caballos de encaste, la mayoría de ellos adquiridos por Trujillo en España y algunos en Colombia, jamás pensaron que sus parientes rayadas tenían tan mal carácter. Al primer percherón que se les acercó lo cocinaron a patadas y mordidas y salió mal herido de ese primer encuentro.
Para entonces la tecnología veterinaria de la inseminación artificial no se conocía en el país, y por más que el Jefe intentó que sus potros “cubrieran” a las cebras de forma natural, no fue posible.
Finalmente Trujillo desistió de la idea y procuró reproducir las cebras trayendo algunos machos de su misma especie. No se conoce que haya nacido algún “cebrito” en el país… Al final, todos los animales de la Hacienda Fundación corrieron la misma suerte.
Cuando murió Trujillo…
Cuando cayó la dictadura, en mayo de 1961, el ganado de Trujillo fue robado por allegados al régimen. Hasta las cebras desaparecieron.
Una investigación dispuesta por el Consejo de Estado determinó que miles de cabezas de ganado de razas mejoradas “desaparecieron sin dejar rastro” de los potreros de Fundación… El encargado de la hacienda dijo de forma burlona: ¡esas vacas se fueron volando! Mario Reid Vittini era de San Cristóbal y frecuentaba la hacienda Fundación antes de irse al exilio. Al regresar preguntó por el valioso ganado de Trujillo, y cuando oyó la historia, se le ocurrió decir: ¡Si las vacas volaran, San Cristóbal tuviera la mierda al pecho…!
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